jueves, 1 de mayo de 2008

Conocimiento científico, cotidiano y escolar

Con respecto a la integración de los tres saberes es importante coincidir que nadie pone en cuestionamiento la especificidad del conocimiento escolar, si que surgen dudas cuando se trata de determinar en que consiste su especificidad (orígenes, fuentes, finalidad y respuestas a las demandas sociales).
Pareciera indiscutible que una de las fuentes del conocimiento escolar es el conocimiento científico pero surgen interrogantes sobre que tipos de conocimientos científicos se trata, que paradigmas subyacen en los mismos y para qué la presencia de cada contenido científico en el contexto de una cultura escolar al servicio de la dinámica sociocultural.
Es sabido que el conocimiento cotidiano ha sido descalificado por la racionalidad moderna quien lo sustituyó por lo científico. En cambio en la actualidad se sostiene que el conocimiento cotidiano es uno de los referentes esenciales del conocimiento escolar y es necesaria la coexistencia de ambos.
Los modelos didácticos provenientes de la modernidad representados por el modelo tradicional tenían claramente implícito los fines, diseñándose “el que” y “el como” en compatibilidad con la tecnología unida a la razón instrumental. En la actualidad, no sorprende que el colectivo de
docentes cuando se refieren al conocimiento científico aún no tengan resuelto qué es, qué papel juega y cuáles son los métodos que lo validan. Es que aún existen mitos sobre la ciencia y los científicos interiorizados por los profesores durante su propia formación científica y son
trasmitidos a los alumnos por medio del currículo. Esto dificulta el desarrollo de la creatividad, no permite la individualidad y son intolerantes ante opiniones diferentes.
Es oportuno coincidir que debemos mantener equilibrio entre los conocimientos para permitir un aprendizaje real en el aula y favorecer las formas de participación social. El objetivo de estas actividades no es, por lo tanto, mostrar el carácter poco participativo o escasamente democrático
de algunas de las decisiones que se dan en las controversias reales relacionadas con el desarrollo tecnocientífico. El objetivo es crear en el aula escenarios propicios para que el aprendizaje de los conocimientos integrados y que éstas (las aulas) logren ser lugares apropiados para que los alumnos tomen parte en controversias en las que el valor de la información y los argumentos, la responsabilidad social y ambiental, la voluntad de negociar los disensos y de consensuar las decisiones sean algunos de los aprendizajes más importantes en el proceso de una verdadera formación para la participación democrática y la transformación social .
Así podrá tener sentido lo que plantea Feyerabend cuando dice que el hecho que la Ciencia haya triunfado sobre el mito, la religión y la brujería… no significa que sea la mejor forma de conocimiento y concluye que es necesario terminar con esta primacía aconsejando la defensa de la libertad y resoluciones alternativas porque no hay que excluir otras forma cognoscitivas de aprendizaje.

Estrategias para formar valores morales

La formación en valores en una institución educativa integra varios aspectos. No se circunscribe -como se ha dicho- a la retórica desde la perspectiva del adulto, sino que integra propósitos y acciones para difundir información crítica, de interacción con procesos sociales concretos vinculados con la problemática particular de la niñez y juventud y el involucramiento de directivos, maestros y alumnos en la resolución de conflictos, que faciliten la asunción de actitudes de convivencia positiva, en todo momento y espacio de la vida escolar.
A nuestro parecer, las estrategias para formar en valores morales son la información y ejemplo, persuasión e interiorización de modelos. Valorizando a cada niño o joven en la necesidad de la individualidad, el desarrollo de la autoestima, respeto por las diferencias, equidad de género y valoración de la identidad generacional. Dichos ámbitos temáticos se fundamentan en una triple perspectiva:
· Acercar al niño y al joven a su propia complejidad y potencialidad individual y generacional;
· valorar tal potencialidad a partir de un tratamiento metodológico que incorpore al niño y al joven como sujeto con derechos y responsabilidades, y
· forjar valores de respeto a la individualidad, la diferencia, la diversidad y la identidad generacional, a partir de espacios concretos de participación y de estrategias pedagógicas que problematicen hechos concretos y estimulen en los estudiantes la reflexión sobre sus propias manifestaciones, responsabilidades, deseos y propuestas.
En conclusión, el ámbito educativo tiene la tarea de rescatar en sus educandos el interés por la práctica de los valores. Por ello, se debe llegar a los estudiantes de la mejor forma y esta puede ser a través del diálogo, la confianza y el afecto (persuasión); generando respeto por la diferencia, dedicación tiempo y esfuerzo (interiorización de modelos) y no negándoles el conocimiento, sino compartiéndolo…(información y ejemplo).